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martes, 21 de septiembre de 2010

Sí. Como la afirmación que eres y que soy.





Sí, esta vereda a veces me parece mas estrecha, como encogida por el tiempo. Mis pies ya conocen el calor de la piedra y el filo de las palabras; su desnudez los fortalece. 

Cada noche bajo las estrellas, con toda la energía de mis arboledas de ceniza me adormezco en la luz, tal vez con el ansia de despertar, o con el esperanza de encontrarte en otro lugar donde la distancia no existe, tal vez con la expectativa de no despertar. Nadie tiene una certeza de ello. Lo único que te pertenece es el suspiro que te queda en la boca cuando entras al caudal irredimible de Morfeo. Yaces en la espinosa carretera y te vas, te derramas tiñendo la tierra. Y yo,  me voy como la penumbra, que parece seguirte en la distancia, cautelosa y serena, blanca en el misterio sigiloso de tus manos. 

No existe nada en este lugar sagrado, ni siquiera la pregunta que resuena pregonando debilidad, ni la antorcha lunar de tu luz en la vena que me alimenta, ni siquiera el manto de estrellas cubre mis demonios, Quisiera pensar que cae una estrella, pero nada en la NADA es real gracias a ti.

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