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martes, 25 de mayo de 2010

Ella y Él


 
Tú, la mas pura, la indeleble,
La médium del resplandor de sus ojos,
De su extrañeza diaria, de su surrealismo;
Capturas su esencia
En tu paréntesis cáustico.

Denegar tu abstractismo, tu sublimidad,
Sería respirar las esporas de un mundo inamovible,
Que flota ausente en el engaño.
Mas, Imposible quitarse la síntesis
de la verdad, de la boca iluminada.

Él, frenesí de una imagen que congela,
Que frívola hace tremolar con cada roce de sus hojas,
Con el pesar de su cercanía,
Con el espectro de divinidad que le ronda,
A cada manifestación indecorosa.

Él es, en resumen, una saturación de sensaciones,
En color, en relieve, que se fraguan incandescentes
En la piel del peregrino.

Ella y el se reproducen en el infinito.
Fecundando luz, sabiduría y éxtasis.
Traslucidas películas de una revelación anticipada.
Exorcizando los imposibles de su vaina experiencial.

Sobre la escarcha de una mirada briznada de amor,
Sobre la amistad truncada por descaro,
Sobre predadores sin entrañas,
Sobre niños sin sonrisa,
Sobre cada electrón,
Sobre bruma, mar, penumbra,
Sobre el mas sincero de los abrazos,
Sobre la mas triste de las despedidas.

Están.
Mueren y vuelven a resucitar,
Como flor de un día
Se renuevan en poética danza
Sobre tu misma deidad
Sobre la luz en ti y su oscuridad.

Bailen valientes príncipes del destino,
Dancen receptores de sueños,
Lleven la desmesura de sus pasos
Hasta el hangar eterno.
Y lleven consigo mi esperanza inoxidable,
Mi coraje, el vértigo de mis palabras
Y su retina fugaz,
Sus interrogantes y la sal de todo mi universo.

Yo he de esperar con vuestro regreso,
Con mis manos alzadas al cielo,
La abolición de todos mis miedos.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Barco de Luz

A mi quimera predilecta.



Soy la hija del tiempo. El día de mi nacimiento conocí el purgatorio con todo y sus llamas inconclusas, que calcinan sin duda en igual  magnitud. Sin quejarme,  inmunidad me floreó de la espalda lozana, se me decoró con algunos cortes en diagonal, que para variar llevan a la luz.

Mis alas, retoños de cielo y luna se formaron de suspiros nocturnos, de visiones en germen y de un “hoy” tórrido encendido y tortuoso. Mis ojos eran calderas donde se fundían los sueños mas excéntricos, mas exagerados. Y tus ojos buscaban los míos queriendo contagiarse de tan solo un poco de lo vertiginoso en mi, de la vertiente de magia que suelo desatar cuando te miro.

Te puedo contar que he volado junto a los maestros de la luz, en ese mundo donde me siento libre, ahí donde no estás, donde no t encuentro. Y presiento sea señal que inútilmente he tratado de ignorar. Pero dime, Como ignorar una montaña que se mueve a zancadas?

Con mis manos circundo palabras ermitañas, se esconden tímidas entre los vaporosos velos de mi sonrisa de chiquilla, esa que no me puedo quitar con el tiempo, ni con las heridas de vida, la que permanece indolente conforme mi padre pasa.

Lo que mas temo es que estas manos se vuelvan esclavas de tu nombre recurrente mas veces de lo que hubiese deseado, que como océano rebelde pretenda alzar velas sin poder evitar el regreso indecente de mis pétalos de labios al terciopelo de tu piel literaria.

Yo me he cuidado de tus espinas hibernales que se alzan solemnes entre mis pies descalzos, muy a pesar de esta lluvia tibia que provoco a tu derredor, que ineludible te desnuda de ficciones, de las privanzas de tus susceptibilidades, de tus egos malabaristas, te quedas impío y tácito como ave de montaña, como río que susurra quereres, como aquel silencio que llena el espacio de dos con historias sin miedo.

Yo te conocí de esa manera, con la frente grávida de atardeceres, con tus manos sosteniendo la deriva de tu pasos, con tus ojos desgajándose de mi mirada. Pero fue tu palabra, tu proclamación infame la que cavó la negrura de tu voz, la que robó la fuerza de tus brazos de piedra caliza, la que ataja la trama de tu viaje silente, la que cínica amarra tu potestad a su cintura.

Yo, testigo de tu naufragio te lanzo mi luz, mis manos con puñados de voces de vida a los cuales pareces ser ya inmune. Que impotencia! Que desgracia! Nada se compara al día en que derramé mi última lágrima por ti, cuando todo el mundo actuó su silencio agónico como teatro sin puertas, secreto a voces de mi luto de verdes constelaciones. Ese día ni mi tinta de yerba planto semilla.

Soy hija del tiempo, viajera de invierno y hacedora de luz. Navego este mar oscuro pescando letras en la inmensidad de mis demonios con el único afán de leerte una vez mas …

…en este mi Barco de Luz.

jueves, 13 de mayo de 2010

Mayo lluvioso (A Roque Dalton)



No hay como estos días lluviosos de mayo para que nos inundes las venas.
Te nos inyectas pernoctando agudo en nuestra consciencia urbana,
Palpando en el silencio la infamia de tus victimarios,
Haciéndola flor, abeja, lágrima, pan y hasta tormenta,
Desatando la vorágine de tus letras en nuestra voz cansada,
Espigando lo empíreo en nuestra mirada triste,
Lo irreverente y lo profano, lo paradójico y lo sagrado.

Afilando nuestras lenguas para la posta de la madrugada,
Anidando en nuestra boca 5,000 estrellas como llamaradas blancas,
Que no se extinguen, que matan, que crean y que hacen llorar.

Que le corten la sombra he dicho, es una orden gubernamental!-exclamó Satanás
Descargando los escondidos muertos que deambulaban bajo su brazo de acero.

(Que el tiempo se detenga a regalarte una elegía sobre las piedras,  sobre las flores de guerra, bajo los almendros sublimes de Chalatenango...) se escuchó al viento llorar…

-Sáquenle el alma, córtenle la sombra y mutílenle la poesía, letra por letra, sentimiento a sentimiento, hasta que no quede ni el mas mínimo beso calloso en su osamenta!-
Balbuceaba aturdido entre la niebla rodeado de un pueblo sin cabeza ni decisión.

No hay como estos días lluviosos de mayo para que se le parta a uno el corazón.

lunes, 10 de mayo de 2010

¿Quién esta hablando de Amor?

¿Qué será de los ecos huérfanos de mi voz, 

sin el macabro demonio de la tuya?

 

Tan solo hacer del viento himnos al silencio

tan solo errar y divagar en el lenguaje del exilio.

 

¿Qué será de la pandemia de tu alevosía,

de tu intento frustrado de benevolencia?

¿Del conjuro de tu frugal abrazo y sentimiento,

qué será de ellos?

 

¿Se enredarán acaso masoquistas en las púas de mi voluntad?

¿Se dejarán morir en las sinuosas tangentes de este tango sin sentido?

Sabes que no haré mas que contarles cuentos de Nerval y Rimbaud.

De aquellos que en verdad conocían de miseria y vinos de vida.

De aquellos que no cuentan las migajas de su pasado.

de la gloria y holocaustos de una clandestinidad.

 

Quizás volarán

junto a los viajeros de invierno,

junto a mis ecos quebrados,

junto a mis manos de fuego,

todos víctimas de tu resplandor.


Victimas y victimario.

Dime ahora, 

¿Quién esta hablando de amor?

lunes, 3 de mayo de 2010

Elisa y La Pluma



Elisa, pálida y éterea como fleur de lys. Se le solía escapar una resquebrajada y atípica sonrisa, hueca , sin mucho cuerpo, audaz e inocente. "Una guitarra de 3 cuerdas", decía  al reír el obrero que la vigilaba enfrente. Y en su cara como  foco se iluminase la verguenza de repente, dejándola mas silente y pensante que dos navegantes sin voz, ni sextante. 

Su mirada baja se gastaba la acera despintada de la calle Cuenca, el número bajo sus pies, la única pauta para cualquier transeúnte para identificarla como una heredera de la "dinastía" Cohenski, ese número y sus largas trenzas de fuego que humeaban su cara ruborizada. 

Un "chucho" que por ahi pasaba , quedosele viendo como si mirara un banquete en brasas, con ávida y serena ambición la recorría en seco. Sus ojos timidos brillaban y jadeante se acercó hasta la raquitica pierna de tan enfermiza infante. La miró directo a los ojos y por sus dos torres de piernas comenzó a balancearse, danzando las caricias de todo un minino carroñero. Ella que miraba sin mirar, sorprendida por la sensación, dejo de respirar. Por su mano rodaron una docena de escalofríos enjaulados que violaron todo espacio en su piel de algodón. Temblores quebraron armonías, huesos y sueños de chiquilla como pompas de jabón. Por su voz trepaban jadeantes alimentandose tres o cuatro besos que le rondaban la boca sin pudor. Y sus senos como brotes de manzana madura despertaronse pidiendo a carcajadas el sol. Su pelo incendiado fue quemando poco a poco su estigma de color, concentrándose en gotas en su garganta agitada.

Ella, en su éxtasis difuso, en lo borroso de su aliento,  dejó caer de su boca una finísima pluma, que en su tinte crepuscular de naranja, olía a fruta, jugosamente elegante caía resuelta.

El chucho presintiendo su entrada, de una engullida tragose la hebra misma de su tansformación. Satisfecho y complacido siguió su paso y se perdió al doblar la esquina que daba al callejón. 

El obrero que sin pestañear le miraba, su boca limpió de manera automática , al mirar la mujer que frente a él se encontraba. La frondosa melena negra le llegaba a la cintura contoneándole las curvas de su voluptuosa presencia.   Ella como saliendo de trance, le sonrió. El tiempo se congeló en sus ojos, los hombres enajenados le contemplaron sin hablar por 3 segundos y medio, y luego, como el amanecer de un complot místico, la mitad de los hombres de la calle continuaron andando,  sintiéndose extrañamente alegres y relajados e ignorando lo sucedido; la otra mitad no pudo recobrar la cordura jamás.

Dicen que todavia LAS hay quienes deambulan esperanzadas sobre el número 30 de la calle Cuenca , siempre cuando mayo se acerca, para ver si algún "chucho" les ayuda a encontrar su belleza y la libertad.

sábado, 1 de mayo de 2010

Cáscara

 
Por estas fechas,
mi cabeza, ave dispersa,
a cada llamado de la luz
inmigra hacia la penumbra,
tal como lo hacía ayer.

Ya no cuento tus pasos
ni el lujoso ritmo que me corrompe
y me disuelve en el oro líquido de tu sexo.

Ninguna nostalgia me encadena
no me es necesario el dolor para saber que existo.
La tinta en mis dedos,detrás de mis ojos,
la que se esparce manchándome el iris de mi percepción diurna,
el monzón temprano de abrazos amigos,
la brisa lejana de unos labios viajeros,
son mi único y mas auténtico manifiesto.

Menos ahora que la interminable neblina nos cubre.
A , a la ciudad, a los enajenados títeres de lo incierto,
a la constelación de promesas y fragancias enterradas,
al cadáver en el que poco a poco me convierto.

Soy la cáscara de una mujer que ya no espera
que bebe de su propio y etnocéntrico veneno
absorbiéndole directo, humedeciéndose
de los jugosos y lacerantes labios de la incertidumbre.
Justo ahí, donde ya nada existe.