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domingo, 27 de septiembre de 2015

The end



Esa era la entrada de nuestra casa. Una glorieta ensimismada y tímida. Nunca le enseñamos a socializar porque siempre nos bastó el NOSOTROS. Por un balcón le veía recorrer con la mirada el amarillo escozor de los campos de colza y divagantemente suspirar expectante el camino frente a ella. 
Cuando nos mudamos, tenía un aspecto sombrío y detenido, como escarchadamente silente. Nuestra sonrisa le encontró y tibia casi inmediatamente fue derritiendo la fortaleza que ella misma se había armado.

En estos días le veo inquieta , con la mirada perdida. Creo que su tierra mojada presiente tormentas. Dicen que las niñas de las tormentas se llevan los amores pálidos, descoloridos por el tiempo y la rutina.

Juro que mi acuarela es constante, hasta que le hacen callar sus ganas locas de ser canción technicolor.


Talvez deba hacerle caso a su corazonada aunque esto suene descabellado. Marcharme por el camino de colza a ver si encuentro el sol, como Icaro, ya de una vez, sin tanto doblar de rodillas.

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