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domingo, 9 de octubre de 2011

La duda




Yo conocí a Amelia. En su labio inferior se agitaba siempre una DUDA. Pequeña e insolente se agitaba ondeando su rojo exquisito. Desde sus 16, en la palides de su rostro, se mostraba flagrante esa gota sangrienta como un pendiente infernal. Recuerdo como fielmente pensaba si ella algún día se rendiría al calor de su inquilina incandescente. Mientras ella respiraba , solía contarme, como el "rouge" le incendiaba su respiración, se metía por entre las poderosas vigas de su voluntad y le dejaba exhausta día con día. Yo reía mas le compadecia, ya que sabia que algún día le habría de ver ceder.

Años después le volví a ver y me llamo la atención el rojo sangre de sus labios como una mentira palpitante recién  derramada,  un crimen pasional, una escena Tarantinesca montada en pleno rostro. No pude mas que deducir de su obvio fulgor que se rindió ante la manipuladora idea de una duda que ahora  no era mas que cenizas hechas aves de fuego.

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